Qué lindo es compartir y convivir juntos cuando Cristo es el todo en todos y en todo. Qué lindo es sabernos libres, despojados de la vieja naturaleza y qué grande el reto que encontramos en el hecho de que debemos vivir acorde a esa nueva posición en Cristo. Somos escogidos, santos y amados, y debemos “vestirnos” de acuerdo a lo que somos y acompañar todo esto de amor, de mucho amor, no de cualquier amor, sino del amor de Dios. Amémonos los unos a los otros, de esta manera será más fácil sobrellevarnos, apoyarnos y tenernos mutuamente en alta estima, considerando a nuestro prójimo como superior a nosotros mismos. La humildad es esencial, si Cristo murió por nosotros siendo infieles, cómo no hemos de amar a nuestro hermano y perdonarlo si Cristo lo hizo por nosotros. Nos une la sangre de Cristo, ese sacrificio incomparable, volvamos a la cruz hermanos y amémonos y que sea Cristo el todo en nuestras vidas, no yo, sino Cristo nada más, que Él reine y se glorifique por medio nuestro al ver cómo convivimos juntos. En Juan 13:35, Jesús mismo dijo que nos conocerían como sus discípulos por la forma en que nos amamos los unos a los otros. Ahora yo pregunto: ¿Somos discípulos de Cristo?
 
Gracias por acompañarme en esta pequeña travesía a través de este pasaje de colosenses. Esta es la quinta y última parte de este tema (si aún no has leído las anteriores te invito a hacerlo) y quiero hablar hoy del último componente de nuestra conducta…
 
Prioridades del nuevo hombre: la capa
 
En los versículos 15, 16 y 17 del capítulo 3 de Colosenses, encontraremos tres prioridades para el nuevo hombre, quien ha sido renovado, se ha revestido apropiadamente y se ha ceñido las vestiduras. Estas prioridades son la capa que cubre al hombre nuevo. Es esa cereza que se pone al terminar un delicioso postre como quién culmina una obra maestra.
 
1)      Que la paz de Cristo reine en nuestros corazones
 
“Y que la paz de Cristo reine en vuestros corazones, a la cual en verdad fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos”.
Colosenses 3:15
 
La primera prioridad del nuevo hombre es que la paz de Dios reine en el corazón. El verbo “reine” en el original quiere decir “árbitro”; es decir, que sea la paz de Dios la que juzgue o arbitre, que haga la decisión final en nuestras vidas, en toda decisión o situación de convivencia.
 
La palabra griega para paz tiene que ver con “un tratado, pacto o acuerdo”; la palabra hebrea tiene que ver con “una actitud de paz, descanso o seguridad”. Este pasaje se refiere a los dos aspectos: un estado y una experiencia, un hecho y un sentimiento. Parece que no es relevante, pero el lenguaje original nos da bastante luz acerca de la palabra “paz”. Muchas veces hablamos de la paz sin saber el significado bíblico; decimos que tenemos paz acerca de una decisión, pero no alcanzamos a comprender realmente el significado de esa palabra.
 
Básicamente, lo que Pablo nos quiere decir en el pasaje es que a la hora de tomar una decisión debemos hacernos dos preguntas:
 
1)      ¿La decisión que estoy a punto de tomar es consistente con el hecho de que Jesús y yo estamos del mismo lado? ¿Es acaso consistente con el hecho de que Él tiene un pacto conmigo?
2)      ¿La decisión que estoy a punto de tomar va a dejar con un profundo descanso en mi corazón?
 
Amado, si ambas respuestas son “sí”, quédate tranquilo…ese “árbitro” está diciendo que la pelota es tuya, que está a tu favor.
 
Otro aspecto que menciona el versículo 15 es que debemos ser agradecidos. Debemos permitir que la paz de Cristo reine en nosotros, que sea el “árbitro” en cada una de nuestras decisiones, y el  corazón lleno de paz producirá agradecimiento.
 
¿Cómo podemos guardar nuestro corazón en paz? ¡Siendo agradecidos! Solo continuemos agradeciendo por todo al Señor: en lo bueno y en lo no tan bueno…eso nos dará paz.
 
2)      Que la palabra de Cristo habite en abundancia en nosotros
 
“Que la palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, con toda sabiduría enseñándoos y amonestándoos unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en vuestros corazones”.
 Colosenses 3:16 
 
Pablo nos exhorta a que la palabra de Dios “habite” en abundancia en nosotros y conseguirlo debe ser una de nuestras prioridades. “Habite” significa “permanecer en casa”, es decir, que se establezca y viva ahí, no que esté de visita. Que sea de la familia, no un huésped; que tenga libertad para entrar en todos los cuartos, para opinar en todas las relaciones y decisiones. Más claro imposible, ¿no?
 
El tener el tipo de paz, gratitud, amor y virtudes de las que hablamos con anterioridad va a requerir que la Palabra de Cristo habite en nosotros abundantemente. ¡Debemos leerla, estudiarla y vivirla! ¡Oh, qué glorioso es vivir la palabra de Dios! ¡Cuán sumamente exaltado es nuestro Dios cuando así lo hacemos!
 
“Y no os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución, sino sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y alabando con vuestro corazón al Señor; dando siempre gracias por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a Dios, el Padre”.
 Efesios 5:18-20
 
Efesios nos muestra que el ser llenos con el Espíritu produce el mismo resultado que explica Colosenses al ser dominados por la Palabra…quiere decir que tener la Palabra en nuestro corazón y nuestra mente es la manera en que el Espíritu Santo transforma nuestra voluntad.
 
Enseñar, amonestar, cantar, dar gracias – todo esto vendrá como consecuencia del habitar de la Palabra de Dios rica y abundantemente en nuestros corazones. Al cantar lo que importa es lo que sale de nuestro corazón, y si nuestro corazón no está siendo alimentado por la Palabra ¿qué va a emanar de él? Cuando nuestro corazón esté lleno de la Palabra de Dios y de su presencia, nos amaremos, adoraremos con libertad, seremos felices y tendremos paz.
 
3)      Que el nombre de Cristo sea lo primordial en todo lo que hagamos
 
“Y todo lo que hacéis, de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de Él a Dios el Padre”.
 Colosenses 3:17
 
¿Cómo resumimos esta enseñanza de Colosenses que hemos visto en cinco capítulos? Reconociendo que todo debe ser hecho para la gloria de Dios. Debemos hacer todo por Él y para Él. Debemos buscar la supremacía de Dios en todas las cosas. Debemos anhelar su palabra y su presencia para poder vivir acorde con lo que somos. Que el propósito mismo de nuestras vidas sea que Dios sea exaltado por sobre todo, que seamos “portadores de su gloria” como dice esa linda canción.
 
Concluyendo…
 
Una vez terminado el estudio de este pasaje, concluyo que no sé nada. Es tan denso y hay tanto que me falta por hacer, que siento que debo venir a Él una y otra vez para aprender más, para recordar lo que Él ha hecho por mí y para estar continuamente humillado ante la cruz. No pretendo haberlo alcanzado ya, ¡Uf, ni mucho menos! Pero sé hacia donde debo dirigirme: de regreso a la cruz…
 
No desmayemos, Cristo obrará en cada uno de sus redimidos. Él y solo Él nos llevará a la estatura del varón perfecto y le veremos cara a cara y le adoraremos. Él cumplirá su propósito en nosotros, no lo olvides, Él lo ha prometido y lo cumplirá.
 
El punto de todo esto es que la gente vea cómo se es cuando Cristo lo es todo, y si la gente no ve que Cristo es el todo en nuestras vidas, estamos fallando… ¡Él no está recibiendo toda la gloria que debería! En la iglesia, como cuerpo de redimidos debemos actuar consecuente a nuestra posición para que el mundo sepa que somos sus discípulos y quieran tener lo que nosotros tenemos.
 
Para el nuevo ser y para la nueva comunidad, Cristo es nuestro éxito, nuestra significancia, nuestra plenitud, nuestra satisfacción, nuestra seguridad, nuestra paz… ¡Él es todo en todo!Revistámonos de esta nueva naturaleza, convivamos en amor los unos con los otros para la gloria de Dios y para nuestro gozo y paz.
 
Termino con este versículo de Gálatas que tanto me encanta y me ayuda día a día, creo que resume todo lo que hemos visto a lo largo de estas semanas. Recuerdo cuando el pastor Daniel García me animó a memorizarlo, asegurándome que era la clave de la vida cristiana y del servicio mismo… ¡gracias querido pastor Daniel!
 
“Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.
 Gálatas 2:20
 
¡Un abrazo grande a todos! Deja tu nombre y tu comentario, es más que bienvenido. Espera la siguiente entrada el próximo lunes.
 
Josh
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