parte4¡Hola! Qué gusto encontrarlos a todos por acá nuevamente. Seguimos hablando de la iglesia, la amada de Cristo, el cuerpo de Cristo…es un lugar hermoso y se nos llama a pertenecer. No quiero ser asistente u oyente nada más, quiero ser parte, gozarme con los que ríen y llorar con los que derraman lágrimas. Quiero ser un miembro, ya sea el brazo, la rodilla o un diente pero quiero poner al servicio de los demás mis dones y necesito de cada uno, de sus dones, de su trato y de su amor para moldearme, crecer y glorificar al Señor juntos.

Si está acá por primera vez y no leyó las 3 partes anteriores puede encontrarlas acá: parte 1; parte 2 & parte 3.

Hemos hablado ya de 4 razones de por qué necesitamos a la familia de la fe. Veamos hoy la penúltima.

5.                  La familia de la fe te ayuda a compartir la misión de Cristo en el mundo

Dios ahora usa su cuerpo espiritual. Su iglesia es el instrumento de Dios sobre la tierra. ¡Yo quiero ser parte de eso; no quiero quedarme fuera! No solo debemos dar ejemplo al mundo amándonos los unos a los otros así como Cristo lo pidió sino que también debemos llevar ese amor a otros; debemos llevar el evangelio, su gracia, la cruz, a Cristo a los que no le conocen y nuestros corazones deberían arder de pasión por buscar y rescatar a los perdidos, no que nosotros hagamos la obra, sino simplemente ser instrumentos útiles para el Señor.

Amados: somos sus manos, sus pies, sus ojos y su corazón. Imagine esta situación hipotética: Un día salgo tarde del trabajo. Son las 10 de la noche. Las calles están solas y vivo en área rural donde es muy solo de noche. Justo cuando voy pasando por la zona más oscura y sola, de repente mi automóvil se para. Así de simple. Trato de encenderlo nuevamente y no hay respuesta aparente. El carro no va a encender. Tomo mi celular y trato de llamar a mi esposa, a un amigo o a la policía, ¡qué sé yo! Veo mi celular y oh sorpresa: está completamente descargado. Me preocupo, me muerdo las uñas y pienso. De repente me recuerdo del Señor y decido orar, o al menos eso pretendo hacer, entre dientes y con los dos ojos dando vueltas al derredor, más concentrado en el entorno y/o algún peligro. Se oye algo así: “Señor, por favor, te pido que hagas un milagro y me saques de esta situación, no sé qué hacer, tengo miedo de que tenga que pasar la noche acá y tú sabes el peligro que ello conlleva.” Pero, ¿qué pasa después? Usando mi imaginación sugiero dos escenarios.

sonrisadediosEscenario 1: El Señor inmediatamente se deja ver cual ser más maravilloso, semejante al que apareció en el horno de fuego con los amigos de Daniel. No sé qué hacer, me quito el calzado por si acaso me dice como le dijo a Moisés. Quito la mirada por si acaso quedo ciego de tanto resplandor de su gloria y a continuación Él habla, la tierra tiembla y me dice “buen siervo y fiel, he aquí tu auto. Entra nuevamente en él y gózate pues no estaba arruinado, solo muy caliente. He preparado para ti un viaje de regreso a tu casa sin complicaciones. Ve y sé feliz”. ¡Wow! Qué imaginación tan grande podrías decir. Pues sí, si Él quisiese lo podría hacer, no tendría mucho sentido que lo hiciese así pero si Él quiere como es soberano pudiese…y punto.

Foto #1Escenario 2: Luego de orar, a los 10-15 minutos aparece un auto. Es el mecánico. El hermano de la iglesia que tiene un taller de mecánica. Rápidamente llega y repara el auto. Me cuenta que viene de buscar un repuesto por esta zona, nunca lo hace pero le urgía…y sin mucho bombo ni platillo, sin mucho ruido ni esplendor, sin pedir nada a cambio más que la amistad, pone en marcha el auto. Tal cual el mejor de los samaritanos este hermano es en ese momento, las manos y pies de Jesús. ¡Cuántas veces hemos tenido situaciones así y nunca hemos visto que Cristo mismo estaba ayudándonos a través de otros, auxiliándonos en el momento de la prueba, enviando un consejo, una palabra dulce, un abrazo, un hombro de apoyo, etc.!

Aunque quisiese que Jesús se manifestase gloriosamente y que todo ojo le viera en situaciones de crisis, la verdad es que en la gran mayoría de los casos Él se encargará de hacerlo a través de otro hermano. Cuántas veces un hermano ha servido de consuelo a mi vida con un “estuve orando por ti”.

En mi iglesia varios hermanos llevan a cabo lo que se denomina La Iglesia de la Calle y es un día en el cual salen a la calle a buscar a los necesitados, a darles pan y café y darles pan espiritual también. Cada vez que se reparte un pedazo de pan o un vaso con café a esa gente que no tiene ni un peso para vivir es como si Cristo mismo estuviese extendiendo su mano.

Queridos amigos, les animo a ser las manos, los pies y el corazón de Cristo y que busquemos a los más necesitados y que busquemos con pasión a los perdidos. Busquemos más adoradores para que cada vez más sean muchos más los que le adoren en espíritu y verdad y que Él reciba mucha más gloria.

Que todo lo que hagamos dentro y fuera de la iglesia sea como para el Señor, para que su nombre sea exaltado cada vez más.

Soli Deo Gloria

¡Un abrazo grande! Nos vemos la otra semana con la última parte de esta serie (hoy si…lo prometo. Este post me salió más largo de lo que pensaba y no quise extenderlo más viendo el último punto).

Josh

P.D. Les adjunto la recomendación de libro de la semana: Cómo Pastorear el Corazón de su Hijo. Para parejas también les recomiendo el site Aconsejando Parejas, visítenlo y encontrarán muchos consejos prácticos.