santa-claus3por Betsy Torres de Gómez

 

Aquellas que somos madres, en algún momento de nuestra vida escucharemos esta pregunta de parte de personitas llenas de ilusión y fantasía: ¿Santa Claus existe?

No sé si soy la única pero he tenido que formular mi respuesta con cierto nivel de nostalgia solo de imaginarme que les robaré tan hermosa ilusión a mis hijos. Pero por más que busco razones en la Palabra de Dios para mantener vivo a Santa en nuestra familia, no las encuentro.

No estoy levantando una campaña contra el abuelito gordito lleno de regalos, porque estoy consciente que cada familia tiene la libertad para decidir. Sólo quiero compartirles las conclusiones a las que hemos llegado en nuestro hogar.

La primera, nuestros hijos necesitan conocer el Evangelio, arrepentirse de sus pecados, reconocer su condición delante de Dios. Como está escrito “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.” (Romanos 3:10-11)

Ayudarlos a ver a Cristo como su Señor y Salvador es la tarea principal de la crianza cristiana. Conducir a nuestros hijos a la cruz es el mayor legado que podemos darles.
Así que todo lo que pueda distraerlos, confundirlos o retrasarlos, no cabe dentro de nuestro hogar.

Sin darnos cuenta le atribuimos características divinas a Santa Claus, así cuando decimos a nuestros hijos que él siempre ve como se portan, es como conferirle una especie de omnisciencia que le permita llevar un registro del comportamiento de todos los niños del mundo. Sin hablar de que tiene la capacidad de leer todas las cartas  que le envían. Y qué decir de sus recursos ilimitados para fabricar los juguetes. Al final, en la mente de los niños es un abuelo lleno de bondad.

Me pregunto… ¿Es eso verdad? ¡Por supuesto que no!

Entonces por qué querría yo alimentar esa fantasía (mentira) en la mente de un niño para luego confesarle que sólo era un juego familiar. ¿Qué me asegura que me creerá cuando le diga que Jesús sí es real? O que Él sí conoce a cada niño de manera individual.  Es posible que después que el niño madure llegue al convencimiento de que Cristo es Dios, ¿pero por qué confundirlo en los años más tiernos de su vida?

Debido a que no podemos escapar de Santa ya que está en la televisión, los muñequitos o en las vallas publicitarias, decidimos decirles a nuestros hijos que fue un hombre muy bondadoso y la gente lo recuerda de esa manera. Podemos divertirnos con la idea de Santa, tomarnos una foto en el centro comercial pero poniéndolo en el lugar correcto en nuestras mentes y corazones.

Creo que lejos de ser un problema, esto es una maravillosa oportunidad para ayudar a nuestros hijos a razonar y exaltar a Jesús por encima de la cultura.

Estoy de acuerdo con una frase de John Piper: “Santa Claus es la ley, Jesús es el evangelio.”

La ley nos ofrece beneficios justos, al igual que Santa Claus sólo retribuye a aquellos que se lo merecen pero el amor de Jesús va más allá, dándonos un regalo que nunca perecerá aún sin habérnoslo ganado o merecido jamás.

Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Rom.5:8

¡Que gran Dios tenemos! ¡Hagámoslo el centro de la navidad y de nuestras vidas!

Usado con autorización. MC MAG

Tomado del blog «Aviva Nuestros Corazones» de Nancy Leigh DeMoss