El Pastor como Teólogo en una Cultura Postmoderna

¿Cómo hacemos teología en un mundo así? ¿Cómo puede el pastor no solo estudiar teología sino enseñarla, aplicarla y vivirla con su congregación? El postmodernismo está acá y niega todo lo que pueda decirse que es verdad. Lo que estamos viviendo “no es solamente una cosmovisión que encontramos en el mundo postmoderno, sino una que cada vez más se parece al antiguo paganismo. Y es antagónica con la fe bíblica”[1]. Nadie quiere saber nada de Dios, al menos del Dios de la Biblia. Cada quién fabrica su propio dios a conveniencia, donde de alguna manera pueda encontrar justificación para su vida tal como la quiere vivir. Estamos ante una sociedad donde “el humanismo secular posmoderno es fundamental y fundacionalmente ateo. El hombre es el punto de inicio en esta compleja cosmovisión”[2].

Este mundo afectado por el pecado y por la última excusa del hombre por justificar su desobediencia a Dios está llevando incluso a los cristianos a aceptar a todos, a hacer creer que todos somos uno, que todos somos hijos de Dios, que todas las religiones son iguales, que no podemos ser tan pretenciosos de decir que la Biblia es la Palabra de Dios – la verdad. ¿Qué puede hacer el pastor ante esta ola masiva de influencia y cuasi-coerción en contra de la verdad, en contra de Su Palabra, en contra de los cristianos y en contra de la iglesia? La respuesta la dio Pablo en 2 Ti 4:1-5:

Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo…que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.

Si la Palabra de Dios no es predicada siempre y no es tomada como la única y suficiente verdad, rápidamente seremos “arrastrados por la corriente” del postmodernismo. Sí es posible hacer teología en esta sociedad, una teología sana y Bíblica, basada únicamente en la Escritura, basando todo cuanto hacemos en ella, confiando en que es vida y eficaz, y a la vez inmutable y suficiente para todas las necesidades del hombre. La iglesia debe contender por la fe (Jud 3); debe luchar por la verdad.  La iglesia debe “reconocer a la Biblia como un texto de discurso divino”[3]; la Biblia debe “disfrutar de primacía epistémica y existencial en la vida de la iglesia”[4].

Se debe hacer teología basada en una exégesis del texto, confiando en que Su Palabra – su verdad – ha sido revelada por un Dios que es veraz y que cumple lo que ha determinado hacer. Su Palabra es verdad y debemos tratarla como tal, como la única norma de verdad. Ella es suficiente; la iglesia no necesita nada más. Tenemos la obligación de enseñar Su Palabra de manera sistemática y fieles a la verdad, contrario a lo que dice el postmodernismo. Wells lo resume de manera excelente así:

Si la iglesia no está en posesión de la verdad…que corresponde exactamente con lo que es en la voluntad y carácter de Dios, entonces se ha quedado muda…Sin esta verdad, sus puntos de vista privados no son más creíbles, no son más convincentes, y no son más deseables que los de alguien más. ¿Por qué, entonces, se ha organizado la iglesia evangélica alrededor de una dinámica de mercadeo en lugar de alrededor de la verdad, la cual es su derecho [patrimonio] proclamar?[5]

Conclusión

La Palabra de Dios es verdad y es suficiente. Su verdad permanecerá, prevalecerá y se cumplirá. En un mundo postmoderno es posible hacer teología, es posible hacer ministerio cristiano (pastorear), es posible ser cristiano, siendo el fundamento de todo las Sagradas Escrituras – la verdad. Dios está en control y Él será glorificado, no desmayemos sabiendo que “lo que el mundo postmoderno celebra en su rechazo de todo lo absoluto y en su presumido derecho a definir toda realidad de forma privada es una señal de la ira de Dios (Ro 1:22)”[6]. Es tiempo de ser valiente y predicar la Palabra para que los Suyos puedan escuchar Su voz y venir a Él y para que su pueblo pueda ser santificado. ¡Qué Él sea glorificado en todo cuanto hacemos en nuestras vidas y en la iglesia del Dios viviente! Él es la verdad; nada ni nadie más lo es.

 


[1] Piper y Taylor, La Supremacía de Cristo En Un Mundo Postmoderno, 36.

[2] Ibid, 59.

[3] Vanhoozer, The Cambridge Companion to Postmodern Theology, 165.

[4] Ibid, 166.

[5] Wells, Above All Earthly Pow’rs: Christ in a Postmodern World, 314.

[6] Piper y Taylor, La Supremacía de Cristo En Un Mundo Postmoderno, 50.